En los campos de algodón del sur esclavista de los Estados Unidos, donde la humanidad era sistemáticamente negada, floreció una de las expresiones musicales más conmovedoras y trascendentes de la historia: los spirituals. Estos cantos religiosos no solo fueron una vía de consuelo espiritual, sino también un lenguaje cifrado, un mapa sonoro y una forma de resistencia. En ellos se conjugan los ecos de África con la Biblia del opresor, dando lugar a una música profundamente americana y trágicamente hermosa, que prefigura los futuros lenguajes del blues, el gospel y el jazz.

Los spirituals nacieron en un contexto de brutalidad cotidiana, en el cual las poblaciones esclavizadas eran despojadas de su idioma, sus religiones, sus nombres y sus cuerpos. Sin embargo, no lograron borrar su capacidad de crear significado. A través de himnos como “Steal Away”, “Swing Low, Sweet Chariot” o “Go Down Moses”, los esclavizados reescribieron su historia dentro de la música.

Bajo una aparente adhesión a la religión cristiana impuesta por los amos, estos cantos incorporaban claves africanas: la polirritmia, el llamado y respuesta, el trance espiritual. Pero además —y tal vez más sorprendente aún— muchos spirituals ocultaban mensajes prácticos. Eran canciones que hablaban en doble sentido. “Wade in the Water” no era solo una invitación al bautismo: sugería caminar por ríos y arroyos para evitar dejar huellas rastreables por los perros esclavistas. “Follow the Drinking Gourd” guiaba hacia el norte a través de la Osa Mayor, símbolo del camino a la libertad y clave del Underground Railroad. “The Gospel Train” podía aludir tanto a la llegada de la salvación espiritual como a la presencia real de personas dispuestas a ayudar en una fuga.

Estos cantos codificados no son una leyenda romántica: numerosos testimonios de exesclavizados, recopilados por la Works Progress Administration (WPA) a fines de los años 1930, dan cuenta de su uso práctico y simbólico. Harriet Tubman, figura clave del Underground Railroad, sabía identificar cuándo un canto era una señal de alerta o de esperanza.

Desde una mirada musicológica, este fenómeno puede entenderse como un sistema semiótico complejo, donde el signo musical contiene un “doble fondo”. Es un ejemplo extremo de cómo una comunidad sometida transforma el lenguaje musical en un territorio de autonomía.

El eco de los spirituals sigue resonando en cada nota que vibra en la música afroamericana posterior. El blues hereda su tono confesional, su fraseo repetitivo y su estructura lírica basada en la reiteración y la variación. El gospel expande su fuerza coral, su pathos religioso y su dimensión comunitaria. En el jazz —especialmente en sus vertientes más espirituales, como las suites de Duke Ellington, los cantos modales de John Coltrane o la religiosidad afrocéntrica de Pharoah Sanders— el spiritual se transforma en una fuente inagotable de inspiración estética y política.

Coltrane, en su álbum A Love Supreme (1965), no solo adopta la forma de una oración; también evoca un linaje que lo conecta con los antiguos cánticos de esclavos. Su “libertad sonora” no es abstracta: es una respuesta a siglos de opresión.

Este texto se basa en los contenidos desarrollados en el capítulo 4 de mi libro Las Rutas del Jazz, donde exploro con mayor profundidad el origen, el uso simbólico y el poder transformador de los spirituals afroamericanos en la historia de la música popular. Allí también incluyo guías de audición, ejemplos concretos y conexiones con otras tradiciones musicales del Atlántico negro.

Las Rutas del Jazz es un viaje por la historia, la estética y las emociones del jazz, pensado como una herramienta educativa, una guía de escucha activa y una invitación a reflexionar sobre el legado cultural afroamericano desde la música.

Podés encontrar el libro en librerías especializadas, así como contenidos complementarios —entrevistas, audios y episodios de podcast— en el blog y el canal de YouTube Las Rutas del Jazz.

Por Marcelo Bettoni

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