San Francisco, ciudad de nieblas, colinas y diversidad
cultural, ha sido también un puerto esencial en la travesía del jazz a lo largo
del siglo XX y XXI. Si bien Nueva Orleans, Chicago y Nueva York suelen ocupar
el centro de la narrativa del jazz, la historia de este género en la costa
oeste —y en particular en San Francisco— revela un crisol sonoro tan innovador
como influyente.
El jazz arribó a San Francisco en las primeras décadas
del siglo XX, impulsado por los movimientos migratorios y las rutas marítimas
que conectaban la ciudad con Nueva Orleans y otros puertos del sur de Estados
Unidos. Los barrios de Fillmore y Tenderloin se transformaron pronto en
epicentros musicales. El Fillmore District, conocido como el “Harlem del
Oeste”, fue un hervidero de clubes nocturnos, donde el jazz se mezclaba con el
blues y el rhythm & blues, y donde las comunidades afroamericanas encontraron
un espacio para la expresión cultural.
Durante los años 30 y 40, San Francisco fue un punto
clave para las giras de las grandes big bands. Por sus escenarios pasaron
leyendas como Duke Ellington, Count Basie y Louis Armstrong. Sin embargo, la
ciudad también fue cuna de músicos locales que empezaban a dejar su huella,
como Kid Ory y Bunk Johnson, quienes, tras pasar por Los Ángeles, ofrecieron en
San Francisco memorables presentaciones del estilo Nueva Orleans.
En las décadas de 1940 y 1950, San Francisco se
convirtió en un refugio para el bebop y el naciente cool jazz. El histórico Black
Hawk Club, en la calle Turk, fue escenario de grabaciones en vivo de
artistas como Miles Davis, Thelonious Monk y Cal Tjader. El ambiente relajado y
cosmopolita de la ciudad favoreció un sonido más introspectivo, que dialogaba
con la estética del cool jazz y el hard bop.
Paralelamente, la cercanía con la cultura beat generó
encuentros creativos entre músicos y poetas. Lugares como el Cellar en
North Beach mezclaban sesiones de jazz con lecturas de Allen Ginsberg y Jack
Kerouac, convirtiendo a San Francisco en un laboratorio de vanguardias.
La explosión contracultural de los años 60 también
dejó su marca en el jazz sanfranciscano. La interacción con el rock psicodélico
y la música latina dio lugar a fusiones innovadoras. Grupos como Santana
incluyeron elementos del jazz en sus experimentaciones, y músicos como Bobby
Hutcherson y Joe Henderson, radicados en la zona de la Bahía,
llevaron el hard bop a nuevas dimensiones.
Los festivales de jazz de Monterey y el de San
Francisco, nacidos en esta época, consolidaron la reputación de la región como
centro de encuentro para artistas de distintas corrientes.
En el siglo XXI, el jazz de San Francisco mantiene su
vitalidad gracias a una comunidad diversa de músicos y espacios que apuestan
por la tradición y la innovación. Entre los referentes actuales destacan
artistas como Marcus Shelby, contrabajista y compositor comprometido con
la memoria histórica afroamericana, y Howard Wiley, saxofonista que
funde jazz, góspel y funk. La vibrafonista Susan Muscarella, además de
su labor como intérprete, impulsa la formación de nuevas generaciones desde el
California Jazz Conservatory.
San Francisco alberga hoy clubes emblemáticos como el SFJAZZ
Center, un complejo dedicado exclusivamente al género, que programa ciclos
con figuras internacionales y talentos locales. Otros espacios, como el Boom
Boom Room o el Biscuits and Blues, mantienen vivo el espíritu de los
clubes históricos.
El jazz en San Francisco es un espejo de la propia
ciudad: plural, resiliente y en permanente búsqueda. Su historia es la de los
migrantes y soñadores que encontraron en el jazz una voz para narrar sus
vivencias, y su presente es el de una comunidad que sigue reimaginando el
género en clave contemporánea.
Por Marcelo Bettoni