De Nueva Orleans la diáspora musical hacia la ciudad de los vientos –Chicago-
A principios del siglo XX, Nueva Orleans era un hervidero cultural donde
las tradiciones africanas, europeas y criollas se mezclaban para dar origen al
jazz. Sin embargo, las oportunidades en esta ciudad eran limitadas, y muchos
músicos emprendieron viaje hacia el norte, en busca de un público más amplio y
mayores recompensas económicas. Chicago, con su próspera economía industrial y
su floreciente vida nocturna, se convirtió en un imán para estos artistas.
Entre ellos se encontraba el trombonista Tom Brown, quien en 1915 llevó a su
banda desde el histórico distrito de Vieux Carré hasta la Ciudad de los
Vientos.
Asimismo, el público de Chicago
mostró cierta reticencia hacia el nuevo estilo. Pero el espectáculo itinerante Maid in America ayudó a romper el hielo,
mostrando a los lugareños cómo disfrutar y bailar al ritmo contagioso del jazz.
No obstante, para algunos grupos como los Five Rubes , las dificultades
persistieron, y pronto se encontraron buscando suerte en otras ciudades como
Nueva York, con resultados mixtos.
Si bien muchas bandas enfrentaron obstáculos, la Original Dixieland Jazz
Band (ODJB) marcó un antes y un después en la historia del jazz. Tras debutar
en Chicago en 1916, la ODJB llegó a Nueva York al año siguiente, donde su
actuación en el cabaré Reisenweber’s fue un éxito rotundo. Este triunfo captó
la atención de las discográficas más importantes, Victor y Columbia. Su
grabación de Livery Stable Blues en
1917 para Victor Records no solo vendió más de un millón de copias, sino que
también consolidó al jazz como un fenómeno nacional e internacional.
Este hito fue crucial en la evolución de la música grabada. Hasta entonces,
las partituras eran el principal medio de distribución, pero los discos de jazz
ofrecían algo único: la posibilidad de capturar las sutilezas del estilo
interpretativo, como la improvisación y los matices rítmicos, que no podían ser
transmitidos por escrito. En Nueva Orleans, incluso músicos icónicos como Louis
Armstrong comenzaron a coleccionar estos discos, reconociendo su impacto en la
escena local.
El ascenso del jazz coincidió con el llamado Jazz Age, una época marcada por cambios sociales y culturales en
los años 20. Tras la Primera Guerra Mundial, la sociedad estadounidense buscaba
diversión y nuevos horizontes. El jazz, con su espíritu libre y rebelde, se
convirtió en la banda sonora de esta transformación. La industria musical
aprovechó esta ola, produciendo 100 millones de discos en 1921, una cifra que
reflejaba el auge de las pistas de baile en salones y hogares.
El baile fue un catalizador importante. Estilos como el Charleston, el Shimmy y el Black Bottom llevaron el
jazz a todos los rincones del país. En el río Misisipi, los barcos de vapor
como el S.S. Capitol contrataban bandas de Nueva Orleans para sus cruceros de
baile, llevando el jazz a las comunidades ribereñas. Fate Marable, director de
orquesta en estos barcos, exigía altos estándares a sus músicos, combinando la
lectura musical con la improvisación, elementos que fueron clave para el
desarrollo del género.
Si Nueva Orleans fue la cuna del jazz, Chicago fue su laboratorio de
innovación. En la década de 1920, esta ciudad vio nacer grabaciones históricas
de bandas como la New Orleans Rhythm Kings y King Oliver’s Creole Jazz Band,
que perfeccionaron la improvisación colectiva y el uso de riffs, breaks y
stop-time. Estas bandas no solo conservaron los fundamentos del jazz de Nueva
Orleans, sino que los llevaron a nuevas alturas artísticas.
King Oliver, mentor de Louis Armstrong, grabó con su banda en Chicago,
creando algunos de los momentos más icónicos del jazz temprano. La inclusión de
solos improvisados y una rítmica más fluida marcaron el comienzo de una nueva
era en la que el jazz no solo era música de baile, sino también un arte con
complejidad y profundidad.
Mientras tanto, en Nueva Orleans, lugares como el Pythian Temple Roof Garden comenzaron a abrir sus puertas a las
bandas de jazz, atrayendo a la élite afroamericana de la ciudad. Este cambio
fue significativo: el jazz, una vez asociado con la marginalidad y el crimen,
ahora ocupaba un lugar destacado en los círculos sociales más respetados.
Sin embargo, para los músicos que aspiraban al estrellato, las
oportunidades reales estaban fuera de Nueva Orleans. La grabación de discos y
la difusión del jazz a través de la radio y el cine permitieron que esta música
trascendiera fronteras, influyendo en músicos de todo el mundo. Desde las
pistas de baile de Chicago hasta las salas de concierto de Europa, el jazz se
consolidó como un fenómeno global.
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