Evan Parker: Improvisación, libertad y jazz sin fronteras
El saxofonista británico replanteó las posibilidades de la improvisación, tendiendo un puente entre el jazz y la música improvisada europea. Su arte nos invita a repensar los límites y las formas de la creación colectiva en el sonido.
Cuando se habla de los grandes innovadores del saxofón y de la improvisación contemporánea, el nombre de Evan Parker se vuelve ineludible. Nacido en 1944 en Bristol, Parker se consolidó como una de las voces más radicales y lúcidas en la búsqueda de una música verdaderamente libre. Su trabajo, tanto como solista como en agrupaciones emblemáticas, no puede entenderse sin el vínculo profundo que mantiene con la tradición del jazz, aunque su discurso sonoro haya desafiado constantemente sus límites formales
Evan Parker se acercó al jazz durante su juventud, fascinado por el poder expresivo de músicos como John Coltrane, Ornette Coleman y Albert Ayler. El impacto de estos pioneros del free jazz marcó en él una convicción: la música podía construirse desde la libertad, pero esa libertad implicaba responsabilidad y compromiso.
Así, desde fines de los años sesenta, Parker comenzó a explorar caminos que, si bien compartían con el jazz su carácter abierto y su impulso hacia la invención, buscaban escapar de las estructuras reconocibles: formas armónicas, frases idiomáticas, ciclos rítmicos preestablecidos. Su apuesta fue hacia una improvisación no idiomática, un tipo de creación que no remitiera de manera automática a un estilo previo.
Para Evan Parker, improvisar no es simplemente tocar sin partitura o sin un plan fijo. Es, ante todo, componer en el instante, organizar el sonido con coherencia, riesgo y sensibilidad. En esto, su pensamiento se alinea con el espíritu más profundo del jazz, donde la música se construye y se transforma en cada interpretación.
Parker sostiene que el grupo improvisador funciona como un organismo vivo. No hay jerarquías predefinidas ni roles fijos: cada músico contribuye al entramado sonoro en un diálogo horizontal. En esta perspectiva, la música es un espacio colectivo donde el “solo” pierde su carácter individualista y se disuelve en el flujo de la interacción.
Parte esencial del legado de Parker está en su exploración de las posibilidades técnicas del saxofón. Su dominio de la respiración circular, el uso de multifónicos, armónicos parciales y otras técnicas extendidas, no persigue el virtuosismo por sí mismo. Estos recursos se integran en un lenguaje que busca expandir el tiempo musical, generar texturas densas y continuas, y abrir el oído a nuevas formas de percibir el sonido.
Si en los solos de Coltrane o Pharoah Sanders encontramos un sentido de trance y expansión espiritual, en Parker hallamos un flujo sonoro que parece inagotable: capas de armónicos que se entrelazan, patrones rítmicos que emergen y se desvanecen, melodías que se construyen y se disuelven en el momento mismo de nacer.
Aunque Parker se aparta deliberadamente de los códigos tradicionales del jazz, su música mantiene un diálogo constante con esa tradición. Como el jazz de sus orígenes, su obra es un territorio de libertad, un espacio donde el sonido se convierte en vehículo de exploración y donde cada encuentro musical es irrepetible.
Evan Parker nos recuerda que el jazz —y la improvisación en su sentido más amplio— siguen siendo un arte del presente: un arte que se construye en el instante, en la interacción y en el riesgo compartido.
Quienes deseen profundizar en estos conceptos pueden consultar mi libro Las Rutas del Jazz, donde exploro las distintas tradiciones de la improvisación y el legado de figuras como Parker. También recomiendo visitar el blog ,y el podcast Las Rutas del Jazz, donde continúo desarrollando estos temas en nuevos formatos y diálogos.