En 1927, Duke Ellington y el trompetista Bubber Miley crearon Black and Tan Fantasy, una obra que va más allá de la simple música de entretenimiento. Esta pieza es programática, construyendo imágenes y relatos a través del sonido, y su fuerza trasciende la necesidad de conocer su trasfondo. Sin embargo, entender el contexto revela una capa de ironía y crítica social que convierte la obra en un documento de su tiempo.

El título hace referencia a los clubes “black and tan”, espacios donde la segregación racial se desdibujaba momentáneamente. Estos locales contrastaban con el Cotton Club, que solo admitía blancos, y ofrecían un refugio para músicos y público afroamericano, a veces incluso para audiencias mixtas. La obra de Ellington responde a la tensión de una sociedad dividida: celebra la diversidad, denuncia la exclusión y, al mismo tiempo, se burla de las ilusiones de armonía racial de la época.

Musicalmente, Black and Tan Fantasy es un diálogo entre tradiciones. Bubber Miley aporta un blues de doce compases, basado en un espiritual que aprendió de su madre, mientras Ellington introduce una melodía de dieciséis compases inspirada en el ragtime urbano. La fusión de estos elementos culmina con una cita a la Marcha fúnebre de Chopin, un guiño melancólico que recuerda la fragilidad de las utopías raciales y la intensidad de un tiempo en transformación.

Esta pieza fue grabada varias veces en 1927 por Ellington y su banda, los Washingtonians, para sellos como Brunswick, Victor y Okeh. La grabación de Victor fue incluida en el Grammy Hall of Fame. Además, Black and Tan Fantasy fue presentada en el cortometraje musical de 1929 Black and Tan, dirigido por Dudley Murphy, que marcó la primera aparición cinematográfica de Ellington y su orquesta. Este film fue seleccionado para su preservación en el National Film Registry de la Biblioteca del Congreso de EE. UU. en 2015 debido a su importancia cultural, histórica y estética.

Comparada con Dead Man Blues de Jelly Roll Morton, se aprecia un cambio generacional: Morton celebra las raíces sureñas del jazz, explorando la polifonía y la tradición, mientras Ellington proyecta el jazz hacia la modernidad urbana, usando técnicas que exploran nuevas posibilidades formales y expresivas. La obra de Ellington refleja la ciudad de Nueva York durante la Ley Seca: un lugar de creatividad desbordante, cosmopolita, inteligente y audaz.

Black and Tan Fantasy no solo documenta una época, sino que anticipa el futuro del jazz: un género capaz de reinventarse constantemente, de integrar distintas tradiciones y de reflejar la complejidad de la sociedad que lo produce. Cada generación posterior retomaría este espíritu de renovación, haciendo del jazz un lenguaje musical que nunca deja de mirar hacia adelante, sin olvidar sus raíces.

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