En marzo de 1926, en el corazón de Harlem, Nueva York, abrió sus puertas el Savoy Ballroom, un espacio que pronto se convertiría en el epicentro del swing y la danza afroamericana. A diferencia de otros clubes de la época, como el emblemático Cotton Club, el Savoy se destacó por su carácter inclusivo: blancos y negros compartían la pista de baile, creando un laboratorio social y cultural único en los años de segregación racial. El Savoy no era un salón cualquiera. Con su pista de baile de más de 10.000 pies cuadrados, su elegante decoración art déco y un sistema de iluminación innovador, ofrecía un entorno lujoso y vibrante. Allí, la música no solo se escuchaba, sino que se sentía en cada paso de baile, en cada giro y salto de los cuerpos que se movían al ritmo de las grandes bandas. Entre los músicos residentes se destacó Chick Webb, cuyo virtuosismo en la batería y capacidad de liderazgo con su orquesta transformaron al Savoy en un referente del swing. Orquestas legendarias como las de Count Basie, Benny Goodman, Duke Ellington y Cab Calloway pasaron por sus escenarios, mientras que jóvenes talentos, como la entonces prometedora Ella Fitzgerald, fueron descubiertos en concursos organizados dentro del salón. El Savoy también fue cuna de los “cutting contests”, duelos musicales entre big bands que buscaban superar al rival en creatividad y virtuosismo, y del Lindy Hop, la danza que revolucionó la forma de moverse al jazz. Los bailarines del Savoy, conocidos como Whitey’s Lindy Hoppers, difundieron este estilo por Europa y Hollywood, consolidando la influencia global del swing. Más allá de la música y la danza, el Savoy Ballroom se convirtió en un símbolo del Harlem Renaissance, un espacio donde la mezcla racial, la innovación artística y la libertad cultural se encontraban en perfecta armonía. Fue un lugar donde la creatividad floreció, las barreras sociales se desafiaron y el jazz alcanzó una dimensión popular y festiva que marcó toda una era. El Savoy cerró sus puertas en 1958 y fue demolido un año después, pero su legado perdura. Hoy, su historia se recuerda como el laboratorio del swing y la danza moderna, un espacio donde la música y la sociedad se encontraron para escribir un capítulo inolvidable en la historia del jazz. Por Marcelo Bettoni

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