En el documental Rhythms of Freedom, el crítico e historiador Ted Gioia se detiene en un aspecto decisivo de la historia del jazz: su relación intrínseca con la idea de libertad. No se trata solo de improvisar o de crear melodías inéditas, sino de algo más profundo: una forma de resistencia cultural que encontró en el ritmo su expresión más poderosa.
Desde los primeros compases de Jelly Roll Morton hasta la voz inconfundible de Louis Armstrong, el jazz emergió como una música que rompía moldes. En una sociedad marcada por las restricciones raciales y sociales, la síncopa y la improvisación se convirtieron en gestos de insubordinación estética. Allí donde otros veían ruido o desorden, los músicos afroamericanos abrían un espacio para afirmar su identidad y proyectar un futuro distinto.
Gioia plantea que la libertad rítmica del jazz no solo revolucionó el lenguaje musical, sino que se convirtió en un símbolo de emancipación. Cada desplazamiento acentual, cada swing, era también un modo de decir: no estamos sometidos a tu tiempo ni a tus reglas. El jazz, así, fue mucho más que entretenimiento: fue un territorio de emancipación espiritual y social.
El documental subraya además cómo esta música dialoga con la experiencia colectiva. El ritmo, en el jazz, no es un pulso rígido sino un campo de fuerzas en el que conviven la voz individual del músico y la energía del grupo, retroalimentados por la respuesta del público. Esa interacción convierte a cada performance en una celebración de lo imprevisible y, en definitiva, de la libertad misma.
Hoy, cuando el jazz ya no es la música popular masiva de antaño, Rhythms of Freedom nos recuerda que su legado más valioso sigue intacto: haber demostrado que la creatividad puede ser un camino de resistencia, y que el arte, cuando nace desde las raíces más profundas de una comunidad, es capaz de transformar el mundo.
Columna escrita por Marcelo Bettoni, autor de Las Rutas del Jazz, un recorrido por la historia y la expansión global de este género que cambió la música para siempre.