El joven multiinstrumentista británico Jacob Collier se ha convertido en una de las voces más originales de la música actual. A la edad en que muchos músicos apenas comienzan a definir su estilo, Collier ya había obtenido varios premios Grammy y revolucionado la manera en que el público joven se relaciona con la teoría musical. Uno de los conceptos que lo acompaña de manera recurrente es la llamada armonía negativa.
El término proviene de los escritos del teórico Ernst Levy (1895-1981), particularmente de su libro A Theory of Harmony (1985). La idea central consiste en proyectar cada nota y acorde dentro de un eje tonal invertido, de modo que los intervalos mayores se transforman en menores y viceversa. Dicho de otro modo: es como mirar la tonalidad en un espejo.
Jacob Collier conoció este concepto a través de foros y de su propia investigación, y lo convirtió en una herramienta creativa. En sus célebres videos en YouTube —como sus arreglos de Fascinating Rhythm o Flintstones— y en entrevistas, demuestra cómo aplicar la armonía negativa a canciones populares (Yesterday de The Beatles, por ejemplo) para revelar una nueva gama emocional.
En este procedimiento lo llamativo no es solo el efecto teórico, sino la capacidad expresiva que habilita. Collier explica que “cuando volteamos la armonía, la emoción de la canción se transforma en otra, como si descubriéramos su lado oculto”. De este modo, una melodía melancólica puede adquirir un brillo inesperado, o un pasaje alegre volverse introspectivo.
La importancia de Collier radica en que llevó este concepto —hasta entonces marginal en los círculos académicos— a una escala masiva, integrándolo en conciertos, charlas y masterclasses. Con su estilo lúdico y didáctico, ha inspirado a miles de jóvenes músicos a explorar otras formas de pensar la tonalidad y, en última instancia, a comprender que la teoría musical no es un conjunto de reglas fijas, sino un campo abierto de experimentación.
Así, Jacob Collier se suma a una genealogía de innovadores —desde Debussy y Schoenberg hasta Coltrane y Wayne Shorter— que buscaron extender los límites de la armonía. La diferencia es que lo hace en la era digital, combinando virtuosismo, pedagogía y redes sociales para difundir una idea: la música todavía guarda infinitos caminos por descubrir, incluso dentro de un simple acorde mayor.
Por Marcelo Bettoni