Fred Astaire, Ginger Rogers, el tap dance y el jazz

El cine clásico de Hollywood inmortalizó a Fred Astaire y Ginger Rogers como una de las parejas de baile más emblemáticas del siglo XX. Su virtuosismo técnico y su elegancia marcaron un estilo, pero lo que a menudo se pasa por alto es el profundo vínculo entre sus coreografías de tap dance y el lenguaje del jazz.

El tap, nacido de la fusión de tradiciones africanas e irlandesas en Estados Unidos, comparte con el jazz un mismo principio: la improvisación rítmica. Cada golpe de zapato en el suelo dialoga con la síncopa y el swing, como si el bailarín se transformara en un percusionista más dentro de la orquesta. Astaire y Rogers llevaron este arte a la pantalla grande, integrando la sofisticación del Broadway de los años treinta con las big bands de la era del swing.

Cuando Fred Astaire decía que quería que sus pies “sonaran como una batería de jazz”, expresaba una verdad esencial: el tap es un instrumento musical tanto como una danza. Ginger Rogers, con su gracia y precisión, añadía un contrapunto visual y rítmico, convirtiendo la pareja en una encarnación del espíritu jazzístico: diálogo, interacción y creatividad compartida.

En este sentido, las coreografías de Astaire y Rogers no fueron solo entretenimiento cinematográfico: representaron la traducción coreográfica del swing, el momento en que el jazz no solo se escuchaba, sino que se veía. Su arte contribuyó a consolidar al jazz como la gran cultura popular de la primera mitad del siglo XX, extendiendo su influencia desde los clubes y teatros hasta las pantallas de todo el mundo.

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