10 de juñio 2025

Este álbum es una ofrenda humilde para Él”, escribió John Coltrane en las notas que acompañan A Love Supreme. Más allá de su dimensión espiritual, esta suite grabada en diciembre de 1964 constituye una de las síntesis más logradas entre mística, forma y modernidad en la historia del jazz. Desde una perspectiva musicológica, se trata de una arquitectura sonora profundamente simbólica, donde cada elemento —motivo, modo, textura, rítmica— se entrelaza en un viaje de introspección y revelación.

En las notas originales del álbum, Coltrane rememora un despertar espiritual ocurrido en 1957:

“Durante el año 1957, experimenté, por la gracia de Dios, un despertar espiritual que me condujo hacia una vida más rica, plena y productiva. En ese momento, con gratitud, humildemente pedí que se me concediera el medio y el privilegio de hacer felices a otros a través de la música.”

Este testimonio no solo enmarca la suite como una obra devocional, sino que orienta su interpretación como un acto de gratitud y redención. La grabación tuvo lugar en una única sesión nocturna —entre las 19 y la medianoche del 9 de diciembre de 1964— en los Van Gelder Studios de Englewood Cliffs, Nueva Jersey. Sin partituras escritas ni indicaciones verbales del líder, el cuarteto integrado por Coltrane, McCoy Tyner (piano), Jimmy Garrison (contrabajo) y Elvin Jones (batería) dio forma a los 33 minutos de música a través de una improvisación conjunta cuidadosamente articulada.

A Love Supreme se estructura en cuatro movimientos: “Acknowledgement”, “Resolution”, “Pursuance” y “Psalm”. Cada uno representa una etapa en un proceso espiritual que puede leerse como una liturgia sonora, una ceremonia interior guiada por el lenguaje del jazz.

 I. “Acknowledgement”

La obra se inicia con un ostinato, ejecutado por Jimmy Garrison, que establece una base modal móvil, casi ritual. Sobre esta celda armónica, Coltrane introduce el célebre motivo tetráico que articula la frase “A Love Supreme”. Este leitmotiv no solo organiza el discurso temático, sino que actúa como un mantra sonoro: se reitera, se transforma, se disuelve y reaparece, generando una narrativa que trasciende lo musical para ingresar en el terreno de lo espiritual.

La improvisación inicial de Coltrane rehúye de la pirotecnia técnica para asumir el carácter de una meditación melódica. La sección culmina con la declamación vocal del motivo por parte del propio saxofonista, borrando las fronteras entre palabra y sonido, entre lo profano y lo sagrado.

II. “Resolution”

En esta sección, el cuarteto alcanza un plano más enérgico. El tema principal se enuncia con claridad casi litúrgica. McCoy Tyner despliega un discurso armónico basado en acordes cuartales, que proveen una expansión modal sin jerarquías funcionales, mientras Elvin Jones construye una polirritmia densa y vital, aportando una dirección implícita.

Desde el análisis formal, se advierte una tensión dialéctica entre melodía y textura, entre la identidad individual de cada instrumentista y el sentido colectivo del ensamble. Coltrane, en una entrevista de 1966, sostenía:

“La música es la expresión del ser. Si uno quiere progresar, debe ir más allá de las formas conocidas.”

Aquí, esa voluntad de ir más allá encuentra una realización exacta.

 III. “Pursuance”

La tercera parte se abre con un solo de batería de Elvin Jones que funciona como prólogo rítmico: una declaración de libertad estructural. A continuación, el tema —vertiginoso, casi coltraniano en su empuje— permite el despliegue de un lenguaje improvisatorio que bordea los límites de la tonalidad, el registro y la articulación.

Desde una mirada estructural, “Pursuance” puede interpretarse como un desarrollo abierto o una fuga metafísica: no una fuga contrapuntística en sentido estricto, sino una “huida hacia adelante” que despliega una búsqueda incesante. Aquí Coltrane rompe el marco de la forma cerrada para entrar en el dominio de la expansión espiritual. La lógica interna persiste, pero ya no es funcional ni temática: es intencional, emocional, casi revelatoria.

IV. “Psalm”

La sección final es, en muchos sentidos, el núcleo teológico de la suite. Coltrane interpreta una línea melódica que sigue con exactitud el ritmo prosódico de un poema manuscrito incluido en las notas del álbum. No se trata de una improvisación tradicional, sino de una forma de recitado instrumental, una salmodia sin palabras. El saxofón se convierte en canal de oración. Desde el análisis semiótico, “Psalm” representa una instancia de “textualidad musical” en la que la notación implícita —el poema— se realiza como discurso sonoro. La intención devocional se vuelve tangible en cada frase, en cada respiración. Como escribió Coltrane:

“Todas las cosas buenas, todas las bendiciones, todas las cosas que elevan, vienen de Dios.”

La música, aquí, se vuelve plegaria y revelación a la vez.

A Love Supreme trasciende su condición de obra maestra del jazz. Es una suite con estructura cíclica, basada en una economía temática rigurosa y una progresión emocional que no sigue el modelo de la sonata ni el de la forma estándar, sino el de una ceremonia. La reiteración del motivo, la gradual transformación del lenguaje, la densificación expresiva: todo confluye hacia una misma idea central. Esta suite no solo documenta una etapa creativa de Coltrane, sino que proyecta una concepción del arte como acto espiritual. En ella, el jazz se convierte en vehículo de lo inefable, en mapa sonoro de lo sagrado, en testimonio vivo de una transformación interior. Un amor supremo, hecho música.

Por Marcelo Bettoni

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