En el crisol sonoro del jazz estadounidense, Houston supo tener una joya brillante y resistente: el Eldorado Ballroom. Fundado en 1939 por Anna Johnson Dupree y Clarence A. Dupree, este emblemático salón de baile se convirtió, durante tres décadas, en el epicentro de la vida nocturna afroamericana de la ciudad. Ubicado en el histórico Tercer Distrito, conocido como Third Ward, el Eldorado no fue solo un club: fue una declaración de orgullo cultural, un santuario musical en plena era de segregación racial.
Durante la época de las leyes Jim Crow, que institucionalizaban la segregación en el sur de los Estados Unidos, el Eldorado ofrecía un espacio seguro, elegante y sofisticado donde los afroamericanos podían vestirse con sus mejores galas, disfrutar de la música y compartir sin miedo. Los fines de semana, su segundo piso vibraba con actuaciones en vivo de figuras legendarias como Ella Fitzgerald, B.B. King, Ray Charles, James Brown o Nat King Cole, junto con talentos emergentes locales que luego ganarían proyección nacional.
Músicos como Milton Larkin, Arnett Cobb e Illinois Jacquet encontraron en ese escenario una plataforma para desarrollar su arte. El salón también fue semillero de artistas jóvenes gracias a los concursos de talentos transmitidos por la emisora KCOH, que ofrecían oportunidades concretas para pasar del anonimato al circuito profesional.
Como recuerda la cantante Jewel Brown, que comenzó allí a los doce años:
“Me dijeron que un amateur iba a abrir el show. Pero cuando terminé de cantar, una comediante me dijo: ‘Tú no eres amateur. Eres profesional’. Desde entonces, fue para adelante siempre.”
El Eldorado no solo era sinónimo de música, también lo era de elegancia y comunidad. Se exigía vestimenta formal: guantes, sombreros, tapados. La entrada costaba unos dos o tres dólares, más que otros clubes, pero ofrecía un ambiente seguro, libre de conflictos, donde se compartía en familia. Trudy Lynn, cantante oriunda del Fifth Ward, lo describe así:
“Tenían tap dancers, cantantes, comediantes, hasta bailarines exóticos. ¡Era como estar en Nueva York!”
El edificio también albergaba locales comerciales en su planta baja: barberías, sastres, tiendas. El salón, en lo alto, era el alma de la fiesta.
En los años 60, muchas familias negras comenzaron a mudarse fuera del Tercer Distrito. Paralelamente, el gusto juvenil se alejaba del blues y el jazz hacia nuevos géneros, y la falta de estacionamiento y mantenimiento dificultaba el funcionamiento del lugar. El Eldorado cerró en 1968, reabrió brevemente en 1969 y finalmente cesó su actividad en los años 70.
El edificio quedó en pie, algo inusual para Houston —ciudad donde la demolición suele reemplazar a la preservación. Fue clave el papel de Hubert “Hub” Finkelstein, empresario judío que, enamorado del jazz, compró la propiedad en 1984 y la donó a la organización Project Row Houses en 1999. Según el historiador Roger Wood:
“Finkelstein no era negro, pero amaba sentarse frente al Eldorado y oír el jazz salir por las ventanas.”
Tras décadas de eventos ocasionales, en 2012 comenzó un plan para recuperar el Eldorado. La restauración fue compleja: la edificación carecía de accesibilidad, el techo y las escaleras estaban deteriorados y su estatus como patrimonio dificultaba la modernización.
El proyecto, liderado por la organización Project Row Houses, reunió casi 10 millones de dólares en donaciones —entre ellas de la Fundación Kinder y la Houston Endowment— y convocó al arquitecto David Bucek, quien conservó el 95% de la estructura original.
En marzo de 2023, el renovado Eldorado reabrió sus puertas con una ceremonia que incluyó música en vivo, recorridos históricos y la participación de figuras como Jewel Brown y Horace Grigsby.El nuevo espacio combina lo antiguo y lo moderno:
Un mercado y café liderado por el chef Chris Williams (Lucille’s) .Una galería de arte comunitario .Espacios para eventos .Y el mítico salón del segundo piso, ahora con tecnología acústica y escenario modular, listo para volver a ser sede del jazz.
Aunque las épocas cambian, el espíritu del Eldorado persiste. Como dijo el historiador Wood: “Quizás el blues y el jazz no compitan con Beyoncé en la radio, pero siguen siendo parte de todo lo que escuchamos.” Y Jewel Brown, ya con 85 años, lo resume cantando una nota que parece vibrar en el tiempo: el ‘Rado está vivo.
Por Marcelo Bettoni