Retratar la comunidad,
capturar el swing: E.F. Joseph y la vida afroamericana en la Bahía de San
Francisco (1920–1930)
En los años en que el jazz comenzaba a expandirse más
allá de Nueva Orleans y Chicago, con su lenguaje sincopado y su espíritu
libertario, un joven fotógrafo afrocaribeño asentado en Oakland se proponía
otro tipo de improvisación: capturar con su lente la vida real, compleja y
vibrante de la comunidad negra en el Área de la Bahía. Emmanuel Francis Joseph
—más conocido como E.F. Joseph— se convirtió en una figura fundamental para
documentar visualmente un tiempo y un espacio profundamente ligados a la
historia del jazz y su gente.
Nacido en Santa Lucía en 1900 y emigrado a los Estados
Unidos en su juventud, Joseph fue el primer afroamericano en operar un estudio
fotográfico profesional en el norte de California. Entre 1915 y 1964 produjo
más de 2.000 imágenes —retratos, eventos sociales, fotografías de estudio,
registros urbanos— que hoy conforman un archivo imprescindible para comprender
el entramado social de la comunidad afrodescendiente en la Costa Oeste.
En muchas de sus fotografías de las décadas de 1920 y
1930 —disponibles hoy gracias al African American Museum & Library de
Oakland— se respira una energía paralela a la del jazz de esa época: rostros
con traje y sombrero, sonrisas amplias frente a un futuro incierto, niños y
ancianos en el umbral de sus casas, grupos posando con instrumentos musicales,
salones de baile y clubes comunitarios. Joseph no retrataba a las estrellas del
jazz, sino a quienes vivían en su pulso. Su archivo podría leerse como un
contrapunto visual al sonido que se gestaba en los clubes locales, donde
resonaban Louis Armstrong, Bessie Smith, y más tarde, figuras como Charlie
Parker de paso por la región.
La Bahía no fue una cuna del jazz en el sentido
estricto, pero sí un territorio fértil para su expansión. Durante el período de
la Gran Migración, miles de afroamericanos llegaron desde el sur de Estados
Unidos buscando trabajo y dignidad. Oakland y San Francisco se convirtieron en
núcleos donde la cultura negra floreció, y con ella, el jazz como lenguaje
identitario. Joseph, sin proponérselo como militancia estética, documentó este
mundo que bullía por debajo del radar institucional, pero que era el motor de
la cultura urbana afroamericana.
La importancia de Joseph trasciende lo meramente
fotográfico. Su trabajo ofreció, en una época de discriminación y segregación,
una representación digna, orgullosa y amorosa de su comunidad. En tiempos donde
los periódicos apenas incluían imágenes de afroamericanos —y cuando lo hacían,
solían estigmatizarlos—, sus retratos servían de afirmación colectiva. Una
fotografía familiar podía ser tanto un recuerdo como un acto político. En
paralelo al desarrollo del jazz como discurso estético de la libertad, las imágenes
de Joseph dialogaban con esa misma idea: mostrar que la vida afroamericana no
era solo resistencia, sino también belleza, elegancia, goce y cotidianidad.
Por Marcelo Luis Bettoni