El Violín en la Historia de la Música Afroamericana: De la Esclavitud al
Jazz

Uno de los registros más tempranos de una banda de cuerdas conformada
por esclavos remite a Charleston, Carolina del Sur. En 1856, un periódico local
relató un concierto ofrecido por cinco jóvenes esclavos negros pertenecientes
al coronel J.B. Richardson, un adinerado propietario de una plantación en el
distrito de Sumter. La presentación, celebrada en el South Carolina Institute
Hall, atrajo a una multitud asombrada, con más de quinientas entradas vendidas
en la primera noche y una asistencia similar en los días siguientes. Los fondos
recaudados fueron destinados al Instituto.

Entre los miembros de la banda se encontraba Robin, un joven de 13 años,
líder de la agrupación, de ascendencia africana pura. Su talento musical había
emergido desde la infancia, cuando fabricó un rudimentario violín con tablas de
ciprés y crines de caballo, además de un banjo improvisado y diversas flautas.
Un caballero de Charleston, amigo del coronel Richardson, sugirió enviarlo a la
ciudad para recibir lecciones formales de música. En solo cuatro meses, Robin
aprendió a tocar el violín, leer partituras y enseñar a otros jóvenes esclavos,
quienes formaron la pequeña orquesta bajo la supervisión de su propietario. Sin
embargo, detrás de esta historia de “superación”, subyace una
compleja narrativa de explotación disfrazada de benevolencia: el talento de
estos jóvenes no era un pasaporte hacia la libertad, sino una herramienta para
entretener a la aristocracia blanca y reforzar la estructura esclavista.

Los periódicos coloniales reflejaban cómo la música no solo era una
forma de expresión cultural, sino también un criterio de valor en el comercio
de esclavos. Desde el Boston News-Letter (1704) en adelante, los anuncios de
subastas destacaban las habilidades musicales de los esclavos, lo que aumentaba
su cotización. De igual manera, los avisos de esclavos fugitivos frecuentemente
mencionaban sus talentos musicales, señalando el instrumento que llevaban
consigo, en un intento de facilitar su recaptura. Eileen Southern, en su obra Historia
de la música negra norteamericana
(2001), revela que aproximadamente el 80%
de estos anuncios citaban al violín como el instrumento principal, lo que
resalta su centralidad en la música esclava.

El testimonio de Solomon Northup, en Twelve Years a Slave (1853),
ofrece una perspectiva fundamental. Hombre negro libre de Nueva York, fue
secuestrado y vendido como esclavo en Luisiana en 1841. Su habilidad con el
violín le permitió cierta movilidad dentro de los límites de su cautiverio,
siendo alquilado para tocar en fiestas. “El violín era mi compañero, mi
amigo; alegraba mi espíritu en la tristeza y anunciaba mi presencia en la
plantación”, escribió Northup. Más que un simple instrumento de
entretenimiento, el violín se convirtió en una forma de resistencia silenciosa,
un espacio de afirmación personal dentro de la brutalidad de la esclavitud.

Con el fin de la Guerra Civil en 1865 y la abolición de la esclavitud,
los músicos afroamericanos encontraron nuevas oportunidades. Las bandas
musicales se diversificaron en dos grandes grupos: las bandas de cuerdas, que
continuaron amenizando bailes de sociedad, y las brass bands, que desempeñaban
un rol importante en desfiles, campañas políticas y celebraciones públicas. En
Nueva Orleans, estas bandas también acompañaban los funerales, dando origen a
las tradicionales second lines. Los exesclavos con formación en
instrumentos de cuerda se integraron en las bandas de sociedad, donde el violín
seguía siendo el líder.

No obstante, esta tradición estaba destinada a transformarse. A finales
del siglo XIX, el ragtime comenzó a introducir nuevos ritmos sincopados,
marcando la transición hacia el jazz. En Nueva Orleans, las bandas de cuerdas
evolucionaron, como lo evidencian agrupaciones como:

A pesar del auge del ragtime y el jazz, el violín mantuvo un papel en
estos ensambles hasta bien entrada la década de 1920. Sin embargo, con la
llegada de los Hot Five y Hot Seven de Louis Armstrong, el lenguaje del jazz
cambió drásticamente. El violín, tradicionalmente asociado con las estructuras
melódicas del siglo XIX, cedió espacio a instrumentos más adaptables a la
improvisación jazzística, como la corneta y el clarinete.

El violín no desapareció del jazz, pero su función se redefinió.
Violinistas como Stuff Smith, Joe Venuti y Eddie South
demostraron que el instrumento podía integrarse a la modernidad del swing y
bebop. Un futuro artículo podría explorar la evolución de estos pioneros y su
legado.

Para cerrar con música, recomiendo escuchar “Purple Rose of
Cairo” (1920) de A.J. Piron y Steve Lewis, interpretada por The New
Orleans Ragtime Orchestra
, una recreación contemporánea del sonido de esa
era. Este testimonio sonoro revela cómo los ecos de la esclavitud, la
resistencia y la innovación confluyeron en la historia de la música
afroamericana, subrayando la importancia del violín como vehículo de expresión
y resistencia a lo largo de los siglos. 

Por Marcelo Bettoni

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