Coleman Hawkins, a menudo reconocido como el primer gran saxofonista tenor
del jazz, dejó una huella indeleble en la historia de la música. Con una
carrera prolífica que abarcó más de cuatro décadas, Hawkins transformó el
saxofón tenor de un simple instrumento de acompañamiento a uno de los
principales vehículos de expresión en el jazz. Su dominio armónico y su enfoque
innovador lo convirtieron en una de las figuras más influyentes de todos los
tiempos, sentando las bases para generaciones futuras de saxofonistas.

 Desde una edad temprana, Hawkins demostró una inclinación innata hacia la
música. Inicialmente, estudió piano y violonchelo, pero a los nueve años
encontró su verdadera vocación en el saxofón tenor. En una época en la que este
instrumento era principalmente utilizado en el vodevil y en bandas de marcha,
Hawkins se dedicó a desarrollar un sonido distintivo y sofisticado. A los 12
años, ya se desempeñaba como músico profesional en una orquesta de teatro en
Kansas City. En 1921, su talento fue reconocido por Mamie Smith, quien lo
incorporó a su banda, los Jazz Hounds, marcando el inicio de una carrera que lo
llevaría a redefinir el rol del saxofón en el jazz.

 La etapa más significativa de Hawkins comenzó en Nueva York, donde se unió
a la orquesta de Fletcher Henderson en 1923. Aquí, Hawkins emergió como un
solista destacado, desarrollando un estilo robusto y melódicamente complejo que
desafió las convenciones de la época. Su habilidad para interpretar y expandir
las progresiones armónicas lo estableció como uno de los músicos más
importantes de su generación.

 En 1934, Hawkins emprendió una travesía por Europa, donde su impacto fue
igualmente profundo. Durante cinco años, tocó y grabó en ciudades como París,
Londres y Ámsterdam, elevando el nivel del jazz en el continente. Sin embargo,
la creciente popularidad del swing y la aparición de nuevos talentos como
Lester Young lo motivaron a regresar a Estados Unidos en 1939. Su grabación de “Body
and Soul” ese mismo año se considera una obra maestra de la improvisación
jazzística, rompiendo con la melodía original y explorando nuevas dimensiones
armónicas.

 La década de 1940 fue testigo de la continua evolución de Hawkins, quien se
mantuvo en la vanguardia del jazz colaborando con figuras emergentes del bebop.
Su inclusión de Thelonious Monk en su cuarteto y su liderazgo en la primera
sesión oficial de grabación de bebop reflejan su capacidad para adaptarse y
contribuir a los cambios estilísticos del género. Músicos como Dizzy Gillespie
y Miles Davis se beneficiaron de su sabiduría y experiencia, solidificando su
estatus como mentor y pionero.

 A medida que avanzaban los años 50 y 60, Hawkins enfrentó desafíos tanto
personales como profesionales. Su salud comenzó a deteriorarse, y con ella, su
interés por la vida. A pesar de su brillante carrera, sus últimos años
estuvieron marcados por el aislamiento y el aumento del consumo de alcohol, lo
que afectó su capacidad para tocar y grabar.

 La historia de Coleman Hawkins es la historia del jazz mismo ,una búsqueda
constante de innovación y expresión auténtica. Su capacidad para transformar y
elevar el saxofón tenor, junto con su influencia perdurable, asegura su lugar
en el panteón de los grandes del jazz. Su contribución al jazz no solo
redefinió el papel del saxofón tenor, sino que también abrió nuevos caminos
para la exploración armónica en la improvisación. Músicos como Sonny Rollins,
John Coltrane y Dexter Gordon continúan citándolo como una influencia fundamental
en su desarrollo artístico

Por Marcelo Bettoni

 

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