Benny Goodman
y la Energía del Swing: Un Virtuosismo que Marcó una Era- Parte 1

Cuando se
habla de la era del swing, resuenan con fuerza nombres como el de Benny
Goodman. Su destreza con el clarinete, su capacidad para liderar una big band
con precisión y su innegable influencia en la evolución del jazz lo consolidaron
como una de las figuras trascendentales del género. Goodman no solo popularizó
el swing en la radio y las salas de concierto, sino que llevó su energía y
virtuosismo a un nivel que definió una generación.

Desde los
primeros compases de sus grabaciones, el sonido de Goodman es inconfundible. Su
fraseo es ágil, su tono uniforme y su ejecución impecable. Un ejemplo
paradigmático es su versión de “China Boy”, donde la introducción en
solitario deja en claro la destreza que desplegará a lo largo de la pieza. A
medida que la banda entra en escena, el vibráfono de Red Norvo teje
contramelodías que enriquecen la textura del tema, mientras que la batería de
Morey Feld, con su uso de escobillas, mantiene el ritmo con un pulso sutil pero
firme.

Uno de los
aspectos a destacar de esta grabación es la interacción entre los músicos. En
el primer coro, Goodman interpreta la melodía principal con adornos que
resaltan su dominio del clarinete, mientras Norvo y el pianista Teddy Wilson
llenan los espacios con frases improvisadas. La batería y la guitarra, aunque
menos prominentes, cumplen un papel fundamental al sostener la base rítmica. En
este contexto, el contrabajo de Slam Stewart destaca por su versatilidad,
alternando entre el pizzicato en la sección rítmica y el uso del arco en su
solo, lo que añade una dimensión única a la interpretación.

Un elemento
distintivo de Stewart es su capacidad para combinar el contrabajo con el canto
en octavas, una técnica innovadora que aportó una identidad sonora propia a sus
solos. Este enfoque, que puede vincularse con la tradición del scat singing
popularizada por Louis Armstrong, demuestra la constante evolución del lenguaje
del jazz y la creatividad de sus intérpretes.

El vibráfono
de Norvo, por su parte, añade un color especial a la grabación. Este
instrumento, que se diferencia del xilófono por su sistema de resonadores con
vibrato motorizado, ofrece un sonido cálido y expansivo. Norvo utiliza mazos
suaves para producir una tonalidad aterciopelada, que contrasta con la energía
del clarinete de Goodman y la fluidez del piano de Wilson. En este último, es
evidente la influencia del stride y del estilo moderno que posteriormente
desarrollaría el bebop.

El Carnegie Hall
fue el escenario donde Goodman consolidó su legado. En 1938, se convirtió en el
primer músico de jazz en llevar una big band a ese prestigioso recinto, un
evento que marcó un antes y un después en la legitimación del género. El
quinteto de Goodman, compuesto por él mismo, Teddy Wilson, Gene Krupa, Lionel
Hampton y Slam Stewart, ofreció interpretaciones que desafiaron las barreras
raciales y estilísticas de la época, demostrando que el swing podía tener una
sofisticación equiparable a la música clásica.

Más allá de
su virtuosismo, Benny Goodman también fue un innovador en la industria musical.
Su insistencia en contar con músicos afroamericanos en su banda, en una época
de segregación, lo convirtió en un pionero de la integración racial en la
música popular. Figuras como Teddy Wilson y Lionel Hampton encontraron en su
agrupación un espacio donde demostrar su talento al más alto nivel,
contribuyendo al avance del jazz como una forma de arte diversa e inclusiva.

La grandeza
de Goodman no solo reside en su técnica, sino en su capacidad para transmitir
la energía del swing con una claridad que aún hoy resuena. Cada solo suyo es
una muestra de control absoluto del clarinete, cada interpretación una lección
de ritmo y fraseo. Su influencia se extiende mucho más allá de la era del
swing, influyendo en generaciones de clarinetistas y músicos de jazz.

A pesar del
paso del tiempo, las grabaciones de Benny Goodman siguen siendo referencia
obligada para cualquier amante del jazz. Su sonido electrizante, su interacción
con otros músicos y su capacidad para llevar el swing a nuevas alturas lo
convierten en una figura inmortal en la historia del género. Ya sea en una big
band o en un pequeño conjunto, su música sigue viva, vibrante y tan apasionante
como cuando se grabó por primera vez. Por Marcelo Bettoni

El repertorio del jazz tradicional está lleno de piezas
que han trascendido generaciones, y China Boy es un claro ejemplo de
ello. Compuesta en 1922 por Phil Boutelje y Dick Winfree, esta canción se
convirtió en un vehículo esencial para la improvisación en el swing y el
Dixieland, con versiones memorables de Benny Goodman, Django Reinhardt y Sidney
Bechet, entre otros.

La estructura de China Boy refleja el espíritu del
jazz de la época: una base melódica clara, sobre la cual los músicos construyen
su discurso, explorando la interacción entre swing, síncopas y variaciones
armónicas. En versiones más modernas, el tema ha sido reinterpretado con
enfoques más bebop o incluso en formato de gypsy jazz, lo que demuestra su
versatilidad y vigencia.

¿Por qué China Boy sigue siendo una pieza fundamental en la
tradición jazzística? Quizás porque encapsula la esencia del género: libertad
dentro de la estructura, diálogo instrumental y un irresistible impulso rítmico
que la mantiene viva en cada nueva interpretación. Por Marcelo Bettoni

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