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Hablar de John Coltrane es evocar no solo a un saxofonista excepcional, sino a un verdadero devoto del arte musical. Su disciplina legendaria lo convirtió en un ejemplo insuperable de entrega, exploración y desarrollo personal a través del instrumento. Coltrane no solo revolucionó el jazz con su enfoque armónico y su sonido inconfundible, sino que también estableció
un estándar de trabajo y constancia que aún hoy es estudiado y admirado.Su práctica era incesante. Se dice que dedicaba entre 12 y 14 horas diarias al estudio del saxofón, aprovechando cada momento disponible. Incluso en plena gira, ensayaba entre conciertos y en los trayectos en autobús. Sonny Rollins recordaba haberlo visto tocar sin cesar, repitiendo escalas y patrones melódicos una y otra vez. Su enfoque era meticuloso: tomaba una idea musical y la desarrollaba hasta sus últimas consecuencias, trasladándola a todas las tonalidades y aplicándola en distintos contextos armónicos. Esta rigurosa metodología le otorgó una fluidez extraordinaria, convirtiéndose en la base de su estilo revolucionario.
Pero su práctica no se limitaba a la técnica. Coltrane también exploraba la teoría musical avanzada con una profundidad inusual. Un ejemplo clave son los Coltrane Changes, un sistema armónico basado en ciclos de terceras mayores que definió su célebre composición Giant Steps. Estos cambios, de gran complejidad, desafiaban incluso a los músicos más experimentados. Además, desarrolló el concepto de sheets of sound, donde desplegaba ráfagas de notas a una velocidad vertiginosa, creando un efecto envolvente y textural.
Su búsqueda lo llevó más allá del jazz convencional. A través de la música modal, Coltrane profundizó en escalas exóticas, especialmente las provenientes de la música india y del Medio Oriente. Para él, la música no era solo un ejercicio técnico, sino una vía de exploración espiritual. Esta dimensión trascendental se refleja en A Love Supreme (1965), un álbum que sintetiza su conexión entre el sonido y lo sagrado. Influenciado por el misticismo, estudió textos filosóficos y meditó sobre la relación entre la música y el universo, concibiéndola como un vehículo hacia lo divino.
El legado de Coltrane trasciende sus innovaciones musicales. Su disciplina, curiosidad intelectual y entrega absoluta a la música lo convierten en un modelo para generaciones de músicos. Más allá del virtuosismo, nos dejó una enseñanza sobre la importancia de la dedicación y la exploración constante. En cada nota, veía una posibilidad infinita de expresión, y su vida misma es testimonio de que la pasión y la disciplina pueden conducir a la más alta trascendencia artística.
Quienes estudian su música no solo buscan imitar su fraseo, sino comprender su inquebrantable determinación. Porque en Coltrane hay algo más que jazz: hay un camino hacia el descubrimiento de uno mismo a través del sonido.



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