El jazz, como fenómeno musical y cultural, nació en un
contexto de un crisol de culturas. Su primer estilo, la Escuela de Nueva
Orleans, constituye un capítulo esencial en la historia de este género. Este
estilo, junto a otros surgidos hasta la era del swing, integra el “jazz
tradicional o hot jazz”, caracterizado por una expresividad efusiva y
acalorada. Entre sus principales rasgos destacan la textura polifónica horizontal,
solos intercalados en melodía acompañada, pasajes homofónicos, timbres
“sucios” (dirty tone) y la improvisación colectiva.

La falta de registros fonográficos previos a 1917 hace
imposible determinar cómo sonaban exactamente las primeras bandas de jazz. Sin
embargo, el sonido de la Escuela de Nueva Orleans ha sido reconstruido a partir
de relatos de los músicos y grabaciones realizadas posteriormente en Chicago.
Figuras como Buddy Bolden, Freddie Keppard y Tony Jackson se encuentran entre
los pioneros, aunque muchos de ellos no dejaron registros directos debido a
limitaciones tecnológicas o decisiones personales.

La composición social de los conjuntos de Nueva Orleans
incluía tanto a músicos negros como a “criollos de color” o creoles.
Este grupo, descendiente de africanos y europeos, había disfrutado de cierta
posición social y educativa hasta la promulgación de leyes segregacionistas en
1894. La nueva legislación los obligó a integrarse en espacios dominados por
agrupaciones negras, generando un intercambio que enriqueció el desarrollo del
jazz.

Las bandas de la Escuela de Nueva Orleans se
estructuraban en dos secciones principales:

  1. Melódica: Corneta o trompeta, clarinete y trombón.
  2. Rítmica: Tuba o contrabajo, piano, guitarra o banjo y batería.

La textura predominante era polifónica, con cada
instrumento desempeñando un rol definido. Por ejemplo, la corneta lideraba con
la melodía principal, mientras el clarinete y el trombón ornamentaban o
contraponían líneas melódicas. La sección rítmica, por su parte, creaba un
soporte armónico y rítmico, donde instrumentos como el piano y la tuba
alternaban entre acompañamiento y breves momentos de protagonismo.

El repertorio de este estilo incluía blues
instrumentales, composiciones politemáticas derivadas del ragtime y temas
basados en canciones populares estadounidenses. La estructura de las piezas
oscilaba entre formas simples y complejas, con introducciones, codas e
interludios que a menudo fusionaban diversas formas musicales.

Louis Armstrong y Jelly Roll Morton son los pilares de
esta escuela. Armstrong revolucionó la concepción del solo improvisado, llevándolo
de una variación melódica a una línea completamente nueva y personal. Por su
parte, Morton combinó habilidades de compositor, arreglista y pianista para
crear obras de notable complejidad y contraste.

Otros músicos destacados incluyen a King Oliver, Sidney
Bechet, Johnny Dodds y Kid Ory. Bechet, en particular, destacó por su
virtuosismo en el clarinete y el saxofón soprano, mientras que Dodds aportó un
timbre singular y un frullato perfecto en sus interpretaciones.

La Escuela de Nueva Orleans sentó las bases del jazz como
género, aportando una identidad musical que combinaba espontaneidad,
interacción colectiva y raíces profundas en el contexto social y cultural de su
tiempo. Este estilo no solo marcó el inicio de una rica tradición musical, sino
que también puso de manifiesto la capacidad del jazz para evolucionar y
adaptarse, algo que sigue siendo esencial en su historia hasta hoy.
Si deseas profundizar en este y
otros temas, te invito a explorar el libro
Las Rutas del Jazz
de Marcelo Bettoni, autor del podcast homónimo.”

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