La resonancia eterna de “West End Blues” de
Louis Armstrong Parte 1

https://youtu.be/4WPCBieSESI?si=gy1buoAeTiM-fhGP

“West End Blues”, la emblemática composición de
Joe “King” Oliver con letra de Clarence Williams, ha sido objeto de
innumerables análisis y elogios, y con razón. La interpretación de Louis
Armstrong de 1928 se considera un momento crucial en la historia del jazz,
elevando el género a “las más altas órdenes de expresión musical conocidas
hasta entonces”, según Gunther Schuller (Schuller, The Swing Era,
1989). Más allá de su importancia histórica, “West End Blues” ofrece
una ventana fascinante a la evolución de Armstrong como artista y a la
influencia perdurable que ejerció en el mundo del jazz. Esta columna explora
las diferentes versiones de la canción a lo largo de las décadas, centrándose
en la interpretación única de Armstrong y en cómo su genialidad siguió
brillando a través de los años. La grabación original de “West End
Blues” por la banda de Oliver, Dixie Syncopators, en 1927, presenta un
blues tranquilo y elegante. El solo de Oliver es notable, pero en general, la
interpretación carece del toque revolucionario que marcaría la versión de
Armstrong semanas después.

La versión de Armstrong del 28 de junio de 1928
transformó la canción para siempre. La apertura de la grabación, famosa por su
cadencia de trompeta, es una de las más icónicas en la historia del jazz. Esta
cadencia, aunque inspirada en ideas previas de Armstrong, muestra un dominio
técnico impresionante y una capacidad única para hacer de cada nota una
expresión profunda.

“West End Blues” sigue la estructura clásica
del blues de doce compases, una forma fundamental en el jazz y el blues (Girod,
Blues in Jazz: A Historical Overview, 2003). El blues de doce compases
generalmente se organiza en tres frases de cuatro compases cada una, conocidas
como las tres líneas de la letra AAB. En esta estructura, la primera línea (A)
establece la frase melódica, la segunda línea (A) repite la melodía con ligeras
variaciones, y la tercera línea (B) introduce una resolución o cambio,
generalmente con una llamada y respuesta.

Lo que hace especial a la versión de Armstrong es cómo se
aparta ligeramente de esta forma rígida, otorgando a la estructura del blues
más flexibilidad y libertad. La grabación comienza con una famosa cadencia de
trompeta, un solo introductorio que no sigue estrictamente los doce compases
del blues. Esta introducción establece una atmósfera meditativa y emocional
antes de que entre la banda. La introducción de la trompeta de Armstrong es un
ejemplo clásico de su capacidad para manipular la forma musical y crear una
sensación de suspenso y expectativa.

Una vez que la banda entra, la canción sigue la
estructura del blues en doce compases, pero lo que hace Armstrong es enriquecer
la forma con una improvisación extrovertida, un fraseo dinámico y una
interacción destacada con los otros músicos, en especial con el pianista Earl
Hines. La parte instrumental es expansiva y flexible, permitiendo que la canción
se desarrolle de manera orgánica a través de las improvisaciones.

Durante los doce compases del blues, Armstrong no solo
interpreta la melodía, sino que la transforma, dando espacio para una
interpretación emocionalmente compleja. La melodía, en lugar de ser simplemente
repetida, es interpretada y variada en cada frase. Por ejemplo, el solo de
trompeta de Armstrong, que sigue los acordes del blues, se desvía en momentos
hacia notas más disonantes , creando un juego entre el orden y el caos.

El piano de Hines también es crucial en este desarrollo.
A través de sus improvisaciones, introduce armonías ricas que modifican el
curso del tema, creando contrastes dinámicos con la trompeta de Armstrong. La
interacción entre ambos músicos es fundamental para el carácter expansivo de la
versión. En cuanto a la forma AAB, aunque mantiene la estructura de la canción,
se siente menos rígida debido a la improvisación y la interacción continua.

El final de la grabación ofrece una resolución melancólica,
pero ahora con una nueva comprensión emocional de la canción. Este cierre, con
la trompeta de Armstrong decrescendo, ofrece una sensación de conclusión, pero
también de transitoriedad, como si la canción misma fuera un suspiro que se
desvanece.

El impacto de la versión de Armstrong fue inmediato y
profundo. Músicos como Ethel Waters y Hazel Smith grabaron rápidamente sus
propias versiones de la canción con la letra de Williams. Es notable que
incluso Oliver, en una grabación posterior, intentó emular el estilo de
Armstrong, aunque con resultados menos exitosos. A pesar de los intentos de
otros artistas, ninguna interpretación de “West End Blues” logró
capturar la magia de la versión de Armstrong. Intérpretes como la Creole Jazz
Band de Albert Wynn mostraron la influencia de Armstrong en sus propias
improvisaciones, pero la canción en sí parecía perder su brillo sin el toque
único de Pops.

El resurgimiento del jazz a finales de la década de 1930
llevó a Armstrong a revisitar “West End Blues” en un nuevo arreglo
para big band en 1939. Si bien esta versión no tiene la crudeza del original,
muestra la madurez musical de Armstrong y su capacidad de adaptación a la nueva
era del swing. La estructura, adaptada para big band, mantiene el carácter
fundamental del blues, pero la interacción con los metales y las cuerdas crea
una sonoridad más compleja y rica, que refleja la evolución estilística de
Armstrong.

A partir de la década de 1940, “West End Blues”
se convirtió en un elemento básico en los repertorios de Armstrong, ya sea con
su big band o con sus All Stars. Destacan especialmente la reunión de Armstrong
con Hines en 1949, que produjo una versión electrizante de la canción con un
solo de piano innovador de Hines, y la conmovedora interpretación en el Club
Hangover en 1952, con Billie Holiday presente entre el público. En estas
interpretaciones, la estructura del blues se mantiene, pero la sensación de
libertad improvisatoria aumenta, con Armstrong y Hines creando nuevos matices
de emoción y virtuosismo.

La historia de “West End Blues” es, en muchos
sentidos, la historia del propio Louis Armstrong: una historia de innovación,
maestría y una influencia inigualable en el desarrollo del jazz. Desde su
revolucionaria interpretación de 1928 hasta sus conmovedoras actuaciones en las
décadas siguientes, Armstrong demostró que “West End Blues” no era
simplemente una canción, sino un lienzo sobre el cual podía expresar su genio
musical y conmover a su audiencia una y otra vez. Por Marcelo Bettoni

 

Referencias:

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