El jazz, tal como lo conocemos hoy, ha evolucionado enormemente desde sus
inicios a comienzos del siglo XX. En el corazón de esta evolución se encuentra
la improvisación, un elemento esencial que distingue al jazz de otros géneros
musicales. Sin embargo, es importante entender que los primeros enfoques de
improvisación en el jazz no se limitaban a la actuación de un solo músico, sino
que incluían una práctica colectiva única que definía el sonido primitivo del
jazz.
En el jazz de Nueva Orleans, la improvisación colectiva era una
característica esencial de la música. A diferencia de la improvisación moderna,
donde se espera que los solistas creen melodías nuevas e individuales, en los
primeros días del jazz, los músicos trabajaban juntos para crear un tejido
sonoro espontáneo y dinámico. Este enfoque no solo ampliaba las posibilidades
creativas, sino que también reflejaba la naturaleza comunitaria del jazz de Nueva
Orleans, donde la música era una experiencia compartida entre los músicos y el
público.
En el jazz de Nueva Orleans, la improvisación colectiva se desarrollaba en
una textura polifónica, en la que cada instrumento jugaba un papel único y
complementario. Mientras que hoy en día la improvisación tiende a ser más
solista y melódica, en este estilo primitivo los músicos de la sección melódica
(corneta luego trompeta, clarinete y trombón) y de la sección rítmica (tuba,
piano, guitarra, banjo y percusión) improvisaban simultáneamente en diferentes
capas sonoras, creando un conjunto armónico y melódico que se desarrollaba en
tiempo real.
La corneta, por ejemplo, llevaba la melodía principal, mientras que el
clarinete añadía una ornamentación rica y fluida, creando una especie de
diálogo con la corneta. El trombón, por su parte, complementaba con una
contramelodía o incluso se dedicaba a doblar el bajo, utilizando el glissando
como un recurso expresivo para agregar color y movimiento. De esta manera, la
improvisación colectiva no solo consistía en la intervención de cada músico,
sino en cómo sus contribuciones interaccionaban y se influenciaban mutuamente
para crear una atmósfera sonora única.
En la sección rítmica, la improvisación colectiva también jugaba un papel
crucial, pero de una manera diferente. Aunque la batería no cumplía la función
tradicional de sostener el ritmo de manera constante como lo haría en el jazz
posterior, su función era más expresiva, marcando los momentos clave de la
improvisación con toques en el bombo, platillos y redoblantes. Estos pasajes,
conocidos como “breaks”, permitían que los solistas se destacaran
momentáneamente, creando espacios de tensión y liberación dentro de la
interpretación.
El piano, al estilo del ragtime, proporcionaba una base armónica sólida a
través de acordes y líneas de bajo, mientras que la tuba o el contrabajo
realizaban líneas de bajo en compases más simples, que evolucionaron con el
tiempo hacia el famoso “walking bass”. Esta línea de bajo más fluida
enriquecía la estructura armónica y daba mayor libertad a los solistas para
explorar variaciones y adornos sobre el tema. La guitarra y el banjo, por su
parte, cumplían una función rítmica, asegurando que el ritmo se mantuviera
intacto y proporcionando un colchón armónico constante.
Aunque la improvisación colectiva era la norma en el jazz de Nueva Orleans,
el tiempo también trajo consigo un cambio hacia la individualización de los
solos. Con el tiempo, los músicos comenzaron a valorar más los solos
personales, donde la creatividad y la expresión individual tomaban
protagonismo. Sin embargo, incluso en estos momentos, el concepto de
“colectivo” no desapareció por completo. Los solos seguían estando
profundamente conectados con la estructura del conjunto, con los otros músicos
respondiendo y complementando la improvisación del solista, creando un diálogo
entre el músico principal y los acompañantes.
La improvisación colectiva en el jazz de Nueva Orleans representa una de
las características más distintivas y fundamentales de este género. A través de
la polifonía y la interacción dinámica entre los músicos, el jazz primitivo no
solo se construyó sobre la habilidad individual, sino sobre la comunicación y
el entendimiento colectivo entre los miembros de la banda. Este enfoque sigue
siendo una inspiración para los músicos contemporáneos, recordándonos que,
aunque la improvisación individual sea un componente esencial del jazz, la
verdadera esencia de este arte radica en la capacidad de los músicos para crear
juntos, en tiempo real, una música que es tanto personal como colectiva, tanto
libre como estructurada.
Por Marcelo Bettoni