El jazz, declaró
Martin Luther King Jr., era la capacidad de tomar “las realidades más duras de
la vida y ponerlas en música, solo para salir con una nueva esperanza o
sensación de triunfo”. Estas palabras, pronunciadas en el marco del Festival de
Jazz de Berlín en 1964, encapsulan el profundo vínculo entre el jazz y la lucha
por los derechos civiles en Estados Unidos.
En el programa de
aquel festival —que contó con nombres como Miles Davis, Sonny Stitt y Roland
Kirk—, King estableció conexiones entre la música y el movimiento por los
derechos civiles. Aunque no estuvo presente, su discurso escrito destacó cómo
el jazz era una herramienta poderosa en la lucha contra la opresión. Para él,
el jazz no solo reflejaba la experiencia negra, sino que también daba fuerza y
esperanza en un mundo lleno de desigualdades.
La simple acción
de subir a un escenario era un acto político. En una sociedad segregada y
racista, los artistas negros que dominaban los escenarios y capturaban la
atención del público desafiaban las normas opresivas. Como señala la académica
Ingrid Monson, el jazz era un espacio de libertad. Los músicos más jóvenes,
especialmente durante la aparición del bebop en los años 40, se afirmaron tanto
musical como políticamente. “Si no te gusta, no lo escuches”, escribió Amiri
Baraka en 1962 sobre la actitud de los creadores del bebop. Este espíritu de
autoafirmación fue fundamental en un momento en que los afroamericanos
enfrentaban una violencia sistemática e implacable.
El ataque a Nat
“King” Cole en 1956 en Birmingham, Alabama, es un ejemplo de cómo la
visibilidad de los artistas negros los convertía en objetivos. A pesar de haber
sido criticado inicialmente por tocar ante públicos segregados, este ataque lo
llevó a involucrarse más activamente en la lucha por los derechos civiles. En
los años 60, Cole comenzó a recaudar fondos para organizaciones de derechos
civiles, uniendo su talento a la causa.
El jazz también
se convirtió en una herramienta diplomática. Durante la Guerra Fría, el
programa de Embajadores del Jazz, iniciado en 1956 bajo el mandato de Dwight D.
Eisenhower, envió a músicos como Dizzy Gillespie, Louis Armstrong y Duke
Ellington al extranjero. El objetivo era proyectar una imagen de Estados Unidos
como un país abierto y tolerante. Sin embargo, esta iniciativa expuso las
contradicciones del gobierno estadounidense: mientras promovía el jazz en el
extranjero, ignoraba la discriminación racial en casa. Gillespie, por ejemplo,
rechazó una sesión informativa del gobierno antes de su gira, diciendo: “Tengo
trescientos años de información. Sé lo que nos han hecho”.
Louis Armstrong
también tuvo una postura contundente. En 1957, rechazó participar en el
programa tras la negativa del estado de Arkansas a desegregar sus escuelas.
“Por la forma en que tratan a mi gente en el sur, el gobierno puede irse al
infierno”, declaró. Sin embargo, más tarde se unió al esfuerzo, equilibrando su
imagen pública con una defensa activa de los derechos civiles.
La conexión entre
el jazz y el activismo fue mucho más allá de los escenarios. Las composiciones
comenzaron a abordar directamente las injusticias raciales. “Alabama” de John
Coltrane, escrita tras el atentado en la Iglesia Bautista de la Calle 16, y
“Mississippi Goddam” de Nina Simone, una respuesta al asesinato de Medgar Evers
y al mismo atentado, son ejemplos emblemáticos. “¿Cómo puedes ser artista y no
reflejar los tiempos?”, preguntó Simone.
Además de
denunciar la violencia, el jazz también celebró la identidad negra. Obras como
“Afro Blue” de Mongo Santamaría, “To Be Young, Gifted and Black” de Nina Simone
y los álbumes de Sun Ra imaginaron un futuro más libre y esperanzador para la
comunidad negra.
El jazz fue una
parte fundamental del movimiento por los derechos civiles. Más allá de su
impacto musical, los artistas de jazz se involucraron directamente en la lucha.
Desde sus actuaciones en eventos benéficos hasta su activismo político,
contribuyeron a una causa que buscaba igualdad y justicia. “Gran parte del poder de nuestro Movimiento
por la Libertad en Estados Unidos proviene de esta música”, afirmó King. Su
discurso en Berlín no solo elogió al jazz, sino que también lo reconoció como
un trampolín hacia el amor, la felicidad y la fe. Aún hoy, las palabras de King
y la música que inspiró resuenan en un mundo que sigue luchando por un futuro
mejor.
Fuentes históricas y discursos
Discurso
de Martin Luther King Jr. en el Festival de Jazz de Berlín, 1964 .Este discurso escrito está ampliamente citado en estudios sobre jazz y
derechos civiles. Se puede encontrar en biografías de King y recopilaciones de
sus escritos. Fuente
sugerida: “A Testament of Hope: The Essential Writings and Speeches of
Martin Luther King Jr.”
Ataque a Nat “King”
Cole (1956). Evento histórico está documentado en libros sobre la vida de Nat King Cole,
como “Nat King Cole: An Intimate Biography” de Daniel Mark
Epstein.
Ingrid
Monson sobre jazz como espacio de libertad .Monson explora
estos temas en “Freedom Sounds: Civil Rights Call Out to Jazz and
Africa” (2007).
Diplomacia
del jazz y citas de Dizzy Gillespie .Programas como los
“Jazz Ambassadors” están documentados en “The Cold War and
the United States Information Agency” de Nicholas J. Cull y “Satchmo
Blows Up the World” de Penny Von Eschen.
Louis
Armstrong (1957) Declaraciones como “Por la forma en que tratan a mi
gente…” están recogidas en “Louis Armstrong, Master of Modernism”
de Thomas Brothers.
Citas directas de King sobre música Declaraciones de
King sobre la música están en discursos como el de Berlín y mencionadas en
estudios sobre música y política, como “Music and Social Movements:
Mobilizing Traditions in the Twentieth Century” de Ron Eyerman y
Andrew Jamison.