Chicago
fue otro de los puntos de atracción para el jazz, un lugar de encuentro para
músicos migrantes, innovadores y soñadores. Desde principios del siglo XX, la
ciudad se consolidó como un epicentro creativo. A medida que los sonidos del
Delta del Mississippi y de Nueva Orleans se fusionaban con las aspiraciones
urbanas, Chicago se convirtió en la meca donde el jazz encontró su proyección
global.”
Con la Gran Migración afroamericana hacia el norte de los
Estados Unidos, Chicago recibió a músicos en busca de oportunidades que sus
lugares de origen no ofrecían. Desde 1917, artistas como King Oliver y su
Creole Jazz Band, que contaba con el joven Louis Armstrong, llevaron el
espíritu vibrante de Nueva Orleans al bullicio de los clubes de Chicago, como
el mítico Lincoln Gardens Café. Estas agrupaciones encontraron en los estudios
de grabación locales, como Gennett Records, una plataforma para inmortalizar su
arte, algo imposible en su tierra natal.
Las nuevas discográficas como Okeh, Paramount y Vocalion capitalizaron el auge de la música
popular y dieron forma a lo que se conocería como “race records”,
dirigidos al público afroamericano. Fue en estos años cuando Armstrong, con sus
Hot Five y Hot Seven, y el pianista Earl Hines crearon grabaciones que marcaron
un antes y un después en la historia del jazz.
El impacto de estos pioneros no solo atrajo a más músicos
sureños, sino que también inspiró a jóvenes blancos de la ciudad, como Eddie
Condon y su grupo de “Chicagoans”. Estos artistas desarrollaron un
estilo que mantenía la esencia del jazz tradicional, pero incorporaba la
energía y sofisticación urbanas. Por su parte, figuras como Benny Goodman
llevaron esta evolución al siguiente nivel, convirtiéndose en el “Rey del
Swing” en los años 30.
En paralelo, el South
Side de Chicago se posicionó como el corazón del blues. Sellos como Chess y Bluebird documentaron el
tránsito del blues rural hacia un sonido urbano electrificado, precursor del
rock and roll. El piano boogie-woogie, popular en las fiestas clandestinas
durante la Gran Depresión, también encontró una audiencia nacional.
Chicago no solo preservó las tradiciones, sino que
también las desafió. En los años 50, Sun Ra y su Solar Arkestra rompieron
moldes con su jazz cósmico, mientras que en los 60 la Association for the
Advancement of Creative Musicians (AACM) llevó la experimentación a niveles
nunca antes vistos. Este colectivo, liderado por músicos como Anthony Braxton y
Roscoe Mitchell, fusionó música, teatro y arte visual para redefinir los
límites del jazz.
En el siglo XXI, Chicago sigue ofreciendo eventos como el
Chicago Jazz Festival y clubes legendarios entre los que se destaca el Green
Mill mantenido viva su rica tradición musical.