La influencia de las
iglesias afroamericanas y el nacimiento de los espirituales: una revolución
cultural y espiritual
La Iglesia Baptista y otras congregaciones protestantes negras desempeñaron
un papel fundamental en la vida espiritual y social de la comunidad
afroamericana en los Estados Unidos. Su enfoque en la salvación personal y la
solidaridad comunitaria no solo ofreció consuelo espiritual, sino que también
proporcionó un espacio seguro para la organización y el empoderamiento en un
contexto de opresión.
La iglesia baptista africana, fundada el 20 de enero de 1788 cerca de
Savannah, Georgia, marcó un hito en la historia religiosa de Estados Unidos.
Liderada por figuras como el Rev. Abraham Marshall, Jesse Peter, Andrew Bryan y
Ana Bryan, esta congregación se convirtió en un modelo para otras iglesias
negras, demostrando la capacidad de organización y liderazgo de los
afroamericanos en un entorno hostil. En paralelo, Richard Allen, tras
experimentar discriminación racial en las iglesias metodistas blancas, fundó en
1816 la Iglesia Metodista Episcopal Africana (AME). Este fue un paso crucial
hacia la autonomía espiritual y organizativa de la comunidad afroamericana.
Allen también entendió el poder de la música como vehículo de expresión
espiritual. En 1801, publicó A Collection of Spiritual Songs and Hymns, un
himnario que recogía la esencia de las experiencias religiosas afroamericanas,
fusionando la tradición europea con la herencia cultural africana.
Las Ceremonias de Campo:
cuna de los espirituales
Entre 1780 y 1830, las Ceremonias de Campo se consolidaron como eventos
religiosos masivos en los que blancos y negros se reunían en espacios abiertos
para compartir cultos que podían durar días. A pesar de la separación física
entre las congregaciones, la comunidad afroamericana destacaba por su fervor y
creatividad musical. Estas ceremonias introdujeron prácticas como:
Llamado y respuesta: Un líder entonaba una frase y la
congregación respondía, fomentando la participación colectiva.
Improvisación: Los cantos se adaptaban en el momento,
añadiendo estrofas o modificando las melodías.
Ring Shout: Una danza ritual en círculo,
caracterizada por el “paso arrastrado”, que simbolizaba resistencia y
esperanza.
Hacia 1820, las comunidades negras comenzaron a organizar sus propias
ceremonias de campo, libres de las restricciones impuestas por las
congregaciones blancas. Esto dio lugar a una nueva expresión musical: las
canciones espirituales. Estas piezas fusionaban la herencia africana con la
música religiosa europea, incorporando tanto las experiencias cotidianas como
las enseñanzas bíblicas.
Los espirituales nacieron como un canto de resistencia y esperanza. En sus
inicios, estas canciones se interpretaron exclusivamente en iglesias negras y
ceremonias de campo, permaneciendo casi desconocidas para la mayoría blanca
hasta mediados del siglo XIX. Los espirituales no solo narraban las penas y
esperanzas de una comunidad oprimida, sino que también constituían una forma de
resistencia cultural frente a la deshumanización de la esclavitud.
Con el tiempo, los espirituales se convertirían en la base de géneros
musicales como el gospel, el blues y, eventualmente, el jazz. Este legado
resuena hasta hoy, recordándonos que la música afroamericana no solo es un
testimonio de dolor, sino también una celebración de resiliencia y esperanza.
La historia de las iglesias afroamericanas y los espirituales es una
historia de resistencia, creatividad y búsqueda de dignidad. Desde las primeras
congregaciones lideradas por figuras como Andrew Bryan y Richard Allen hasta
las ceremonias de campo, estas instituciones no solo brindaron consuelo
espiritual, sino que también sentaron las bases para una revolución cultural
que cambiaría para siempre el panorama musical y social de Estados Unidos.
En 1866, en Nashville, Tennessee, se fundó la Universidad Fisk, destinada
principalmente a estudiantes negros. Promovida por John Ogden y los reverendos
Erastus Milo Cravath y Edgard P. Smith, recibió su nombre en honor al General
Clinton B. Fisk, presidente del Freedmen’s Bureau, que ayudaba a los refugiados
de la Guerra Civil. El profesor George L. White, tesorero de la universidad,
comenzó a enseñar música y formó el coro de estudiantes, que en 1870 adoptó el
nombre de The Fisk Jubilee Singers. Este grupo revolucionó la imagen del negro
en la música, mostrando una nueva representación seria y profesional del pueblo
negro en contraste con los estereotipos de la época. El grupo realizó giras
nacionales e internacionales, recaudando fondos para la universidad y dejando
un legado perdurable con canciones espirituales como Go Down Moses y Swing Low Sweet Chariot.
A principios del siglo XX, la música gospel evolucionó, particularmente con
el músico Thomas A. Dorsey, quien fusionó el blues y la música religiosa,
creando una nueva forma de música que llamaría góspel . Dorsey fundó la primera
casa de música para gospel y organizó coros femeninos y eventos que
consolidaron este género. Mahalia Jackson, nacida en Nueva Orleans en 1911, se
convirtió en la reina del gospel. A pesar de enfrentar rechazo en las iglesias
por su estilo personal, logró un éxito masivo a partir de 1952, convirtiéndose
en la primera cantante de gospel en firmar con una discográfica importante. Su
influencia en la música popular y el gospel perdura, con discípulos como Aretha
Franklin.